viernes, 30 de diciembre de 2011

Gracias, 2011

Hace un rato pensé en redactar algo para terminar el año y me puse triste. Nada más me dio un ataque de melancolía. Aún falta mucho para que mi vida sea como yo la quiero y siempre que me falta alguien (o algo), entro en esos estados. Así que me puse a escuchar el soundtrack de Burberry, le adelanté a la parte de George Harrison y me puse a pensar fríamente: ¿Realmente fue un año malo?

En absoluto. Hubo de todo: días buenos, días malos, días tutti frutti. Pero me alegra saber que tuve más momentos agradables que desagradables y, para mí, eso significa un buen año. Y saber que las cosas son más diferentes que el año pasado me alegra mucho: si llevan un tiempo leyéndome deben saber que 2010 fue un año emocionalmente desgastante y me hizo reevaluar muchas cosas. También me hizo apasionarme más por lo mío.

¿Este año qué tuve?

Tuve la oportunidad de cumplir dos de mis anhelos más grandes: titularme (con una tesis de moda y con honores, algo que me hace doblemente feliz) y conocer al staff de Vogue México. Perdí y recuperé mi fe en la industria de la moda, tuve un proyecto que fracasó pero que me dejó con muchas enseñanzas. Descubrí que tengo más lectores de los que pensaba y me hizo sentir orgulloso de mi blog y de mi trabajo. Obtuve y dejé un empleo que no me hacía feliz. Puse en orden cosas que me hacían falta. Me alejé de gente que me hacía daño y conocí nuevas personas. Me sentí querido y apoyado, y eso es algo maravilloso en todo momento.

En alguno de mis momentos tristes me dijeron que ayudaba el crear listas de cosas que agradecía: siempre había algo que poner e invariablemente me harían sentir mejor. Y no les mentiré si les digo que este año sentí una felicidad continua, pero mejoró. Y es cierto: tengo mucho qué agradecerle a la gente que hizo este año maravilloso para mí. El no hacer lo es francamente injusto. Así que empezaré con esta lista que comparto con ustedes.

Agradezco, por todo:

-A mis amigos de los blogs. Siendo específicos: Guapóloga, Botica Pop, Juanito, Adrián, Raquel Gratis Total, Bere, Ángel, Sin Diamantes, Isela, Gina, Kari Estrada, Rafa… y los que no están en esta lista, también.

-A mis amigos 1.0 (ustedes saben quiénes son) y a los de Twitter. Hay muchas personas que entran en las dos categorías.

-Al equipo de Vogue México.

-Al equipo de Life & Style y los organizadores del Luxury Forum. Conocer ese nuevo punto de vista fue una experiencia inigualable.

-A Eugenia de la Torriente, Paloma Abad y el equipo de El País que me otorgó las fotos de Givenchy Haute Couture. Mentiría si les dijera que no sigo emocionado y agradecido.

-A las personas que entrevisté este año: Jenny Rabell, Matthew Waldman, las chicas de Fábrica Social, Jesús Ibarra y Bertholdo, Daniel Espinosa y a sus equipos de RP por la oportunidad.

-A las personas de RP que siempre fueron atentas conmigo, en especial a Belén Limón.

-A la gente que me inspira, y que probablemente nunca lea esto, pero me hace pensar en nuevas entradas y contenidos.

-A la usuaria conocida como Dandelion, quien me escribió uno de los comentarios más lindos en la historia de este blog.

-Y, finalmente, a ustedes, mis lectores, porque sin sus visitas ni sus comentarios esto no existiría y probablemente tendría un motivo menos para sentarme frente a la computadora o levantarme de la cama. No podría decirles lo agradecido que estoy ni en 50 posts.

Es hora de voltear la página y de vivir en el 2012. Gracias por estar conmigo, les deseo lo mejor y espero que sigan acompañándome los siguientes 366 días, y muchos, muchos más.

domingo, 18 de diciembre de 2011

“Es que Prada, como muchas cosas en la vida, tiene un no-se-qué, ¿Me explico?”

Cuando vi el desfile de otoño de Prada por primera vez, pensé en aquella película de William Klein, “Qui êtes vous, Polly Maggoo?” En mi mente, las dos compartían una misma idea: mujeres de finales de los sesenta perdidas en un universo de tendencias cada vez más extravagantes, con plásticos, pieles y estampados de serpiente. Como suele suceder con Prada, las cosas son más complejas de lo que parecen.

Después de buscar Polly Maggoo durante diez meses, pude acabar de verla ayer. Sinceramente, les recomiendo que la descarguen en torrent porque, a la fecha, jamás la he visto en una tienda de películas y, salvo una aparición fugaz en la Cineteca Nacional, jamás se ha mostrado en cines. En teoría, la historia no tiene mucho qué ver con la colección: es una visión satírica de la moda en 1966, con todo lo que eso conlleva. Incluso aparece una excéntrica y demandante editora: Miss Maxwell, parodia de Diana Vreeland.

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Justamente Vreeland, dijo una vez que “hoy en día (léase, en algún momento de los 60) cuenta solamente la personalidad… No creo que deberíamos poner [en la revista] a la denominada sociedad, ya que está demodé, y prácticamente no existe… pero las personalidades encantadoras son las cosas más fascinantes del mundo - la conversación, los intereses de la gente, el ambiente que crean en torno a ellos - estas son las cosas que siento que vale la pena poner en cualquier edición ".

¿La película me gustó? Sí y no. Sí porque es como el antecedente a Zoolander aunque son muy diferentes y porque el talento de Klein es simplemente abrumador. No porque tiene una edición bastante mala. Hasta ahí me quedo, no pienso hacerles spoilers. Volvamos al tema de la personalidad.

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Por cierto, alguna vez hicieron una lista de los cien mejores fotógrafos de la historia y Klein quedó en el número 25. Algún día le haré un post a él solito.

Algunas mujeres de la generación de Twiggy comparten una característica: siguen siendo maravillosas aún después de cuarenta años, matrimonios, hijos y en el caso de las famosas miles de tendencias e it girls. Es como si compartieran un secreto que nunca a revelar del todo y atribuirán ese éxito al yoga o a procedimientos quirúrgicos para despistar.

¿Qué tienen Prada y esa generación de mujeres que fueron jóvenes en los 60 que son tan fascinantes?

No sé.

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Es, creo, resultado de la frase de Vreeland: más que ser íconos o simplemente mujeres, algunas se aventuraron a tomar decisiones y formar su propio destino. Pensemos en las carreras de todas las modelos de la época o en la mamá/abuela que fue joven en esa época y no se abandona al conservadurismo de su closet ni de sus ideas porque tienen una personalidad bien definida.

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La susodicha, fotografiada por William Klein.

Curiosamente, Miuccia Prada pertenece a esa generación y por sí misma ha vuelto a su apellido en una potencia. No podemos escapar a Prada: está en todos lados y ya es parte de la cultura popular. Entre los fans de la moda, es muy raro escuchar un “no me gusta Prada”, porque sus colecciones siempre tienen una inspiración cada vez más sorprendente y una prenda, tendencia o accesorio que se convierte en un éxito instantáneo.

Dice Tim Blanks en la reseña de Style.com que los procesos mentales de Miuccia Prada son en ocasiones impenetrables. Algunas veces esos procesos se pueden plasmar en un solo atuendo: veíamos a Galliano creando versiones coloridas, sensuales y excéntricas de la historia y la vestimenta étnica o a Alexander McQueen con sus mujeres que parecían salir de un rincón muy oscuro de su mente. ¿Y Prada?

Toda colección parte de una idea, la cual se va materializando con telas, colores y estilismos que usualmente no requieren una explicación. Las colecciones de Prada son como una novela de misterio: tienen un contexto y un hilo conductor, pero la idea “culpable” se descubre hasta que la autora la explica. Si la volvemos a leer (porque los desfiles de moda también se leen), encontramos pistas regadas aquí y allá, indicios que nunca vimos porque estábamos demasiado ocupados pensando en un plano general, sin enfocarlo nunca. Estamos mirando sin ver.

El objetivo de la colección era tomar los clichés de la mujer glamorosa y devolverles su inocencia, entonces Miuccia escogió los estilos de los 20 y los últimos 60. Son en realidad mensajes cruzados: mientras que las pieles, los tacones altos, los escotes y los estampados de serpiente son indicadores de una madurez sexual, las épocas que escogió se destacaban por ese look aniñado. En un momento podrían ser niñas usando la ropa de sus madres, pero no es sólo eso: también está la obsesión por la juventud que aún tenemos. Y un poco de historia con el vestido Mondrian de Yves Saint Laurent reinterpretado por Prada.

Vestido Mondrian, otoño de 1965.

Al final, las prendas sí resultan inocentes y aniñadas. Esa colección es un contrapeso a desfiles con una carga tan sexual como los de Gucci y Louis Vuitton y a tendencias como el sadomasoquismo (No me digan que no han visto ya antifaces, charol negro y alguno que otro arnés por ahí).

También está el aspecto técnico. Toda la ropa de Prada siempre tiene alguna sorpresa: pintura especial, tratamientos experimentales, cualquier cosa que lo haga un producto fuera de lo común. En este caso, están las escamas de plástico y los zapatos hechos de un poliestireno (creo, si hay algún químico que lea este post, sea tan amable de corregirme) que les da una cierta suavidad para que se usen sin problemas.

Hace no mucho tiempo alguien me decía que no podía comparar a Prada con Diego Rivera. Y sí, son disciplinas diferentes pero ambos conocen (o conocían) sus fortalezas, creaban un estilo y tienen una carga política en su obra. No hay que olvidar que Miuccia Prada es politóloga. Y, al igual que Rivera, fue comunista durante un tiempo. Quizá por eso sus procesos mentales son tan difíciles de interpretar.

 

El soundtrack de ese video es bueno pero no es el original. Si quieren escuchar la canción que sonó, den click AQUÍ.

Al final, la colección y la película no tienen mucho en común, pero es divertido ver cómo un desfile puede desatar tantas ideas en quienes lo ven, ¿No creen?

viernes, 9 de diciembre de 2011

Una oda a Kristen McMenamy

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Esta es una entrada que había concebido hace mucho, mucho tiempo.

Es muy sencillo infatuarse con las ‘it girls’, muchas de ellas poseedoras de una belleza ordinaria y en cierto modo, aburrida. Alexa Chung(a), Rachel Bilson y otras estrellitas marineras que no tienen mucha relevancia, son muy comentadas porque son icónicas… tan icónicas como lo puede ser el salir al supermercado en shorts de mezclilla y con el pelo sucio.

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Esa forma de volver a la belleza algo convencional y aburrido termina anestesiando nuestro gusto, y con él, nuestra capacidad para no pasar más allá de “la chica de al lado” o de la celebridad del momento. Y cuando nos encontramos frente a una belleza aplastante, o algún tipo que nos haga ejercitar nuestras neuronas, le ponemos peros. Y no sólo estoy hablando de celebridades, o de ropa, sino de la belleza en general.

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¿Y si existiera un ícono moderno a la belleza “rara”? ¿A la belleza que viene de la actitud, la transformación y la exclusión de lo convencional? ¿Un caso que nos haga reevaluar nuestra postura de que todos en la moda buscan la perfección y la frivolidad para dominar el mundo? (Me da risa la gente que sigue relacionando la moda con la frivolidad, es para una mentalidad muy simple, pero divago. O tal vez no).

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Quizá por eso me enamoré de Kristen McMenamy desde la primera vez que la vi. O quizá desde la segunda, algo a lo que ya está acostumbrada, porque la gente solía pasar de largo en su juventud.

No se puede hablar de las modelos “diferentes” sin conocer a Kristen McMenamy. Antes de Lara Stone, antes de Alek Wek, de Jamie Bochert y de muchas otras chicas que han hecho una carrera por salirse del molde de chicas lindas y relativamente normales, estuvo Kristen.

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Las personas, por naturaleza, siempre tenemos una ambición en la vida. Y la perseguimos, con o sin ganas y éxito. Algunos quieren ser pianistas clásicos, otros quieren pintar y Kristen McMenamy quería ser modelo. Y, más importante, ser hermosa.

El problema fue el entorno. Nació en 1964 en Easton, Pennsylvania, un pueblo pequeño que es famoso por tener la fábrica de Crayola. Para cuando había cumplido 13 años, el ideal de belleza estadounidense no tenía nada de exótico: la mujer más deseada de ese tiempo era Farrah Fawcett. Una pelirroja alta y delgada se veía mal, tan mal que sus compañeros la llamaban Skeleton.

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Es aquí donde empieza una historia que muchos han vivido: Kristen hizo de todo para volverse como las chicas de al lado: decolorarse y cortarse el pelo como ellas, estar horas en el sol para broncearse como ellas (Guapóloga la regañaría, y con justa razón). Y, por supuesto, la estrategia no funcionaba: vivía una adolescencia solitaria, sin amigos ni citas y sumergida en un mar de revistas de moda y belleza, como la fanática número uno de sus palabras.

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Cuando cumplió 16, entró a un curso para modelar y mandó algunas fotos a Cosmopolitan para convertirse en la chica de portada. Y, al ver el poco éxito obtenido en ambas, fue a Nueva York, a tocar puerta por puerta para integrar sus filas. Eileen Ford, dueña de Ford Models, fue la última en recibirla, aconsejándole olvidarse del modelaje o recurrir a la cirugía plástica. De nuevo, es un factor muy parecido en las historias de personas o cosas que llegan a romper el molde.

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La vida de McMenamy siguió sin grandes cambios hasta que Legends, una pequeña agencia neoyorquina que al parecer ya no existe, encontró las fotos que Cosmopolitan había rechazado y, sin hacerle promesas, se ofreció a representarla. Antes de eso, decidieron regresarle su identidad: su pelo fue teñido con su color de nacimiento, descartaron el bronceado y añadieron toques sutiles de maquillaje. Al final de la (re)transformación, la mandaron con un boleto de ida a París.

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Después de un cierto tiempo de comerciales de yogurt y cerveza, conoció a Peter Lindbergh, un fotógrafo que no requiere presentación. En McMenamy encontró a un camaleón y a una modelo que podía inspirar algunas de las fotos más elegantes, aterradoras e incluso tiernas, todo dependiendo del concepto que se buscara desarrollar. Lindbergh quedó fascinado con la personalidad y con todo un lado oculto que las compañeras de clase, Eileen Ford y Cosmopolitan decidieron no explorar.

tumblr_lampnzHFcz1qa2nzso1_1280 Esto es lo que viene siendo conocido como “hacer un Avedon”. Campaña de Versace.

Después de varios años en París, Kristen regresó a Estados Unidos y vio cómo su carrera se estancaba de nuevo con catálogos y cosas poco artísticas, mientras que el público seguía buscando a una rubia bronceada de pelo frito, por lo que regresó a París y, después de un tiempo, se pintó el pelo de negro, se lo cortó y se rasuró las cejas. Y así comenzó un juego de identidades que aún continua.

tumblr_lsrkdgCXNw1qm3ikeo1_400 El Padrino

En 1997 se casó con Miles Aldridge, uno de los mejores fotógrafos aún en activo y se retiró un tiempo para formar una familia (además, a finales de los 90 y principios de la década pasada regresó un tipo de belleza convencional que la hubiera desplazado) y dedicarse a actuar en obras y películas con una acogida regular.

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Volvió, como rubia, en 2004 para Chanel y unos meses después para la campaña de Marc Jacobs. Es la primera vez que recuerdo haberla visto. La foto es impactante y aterradora al mismo tiempo y creo que es lo que busca. No me atrevería a decir que se ve hermosa en esa campaña, y en general, las fotos de Juergen Teller no la hacen ver muy atractiva.

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Su regreso le añadió un aura de misterio que no había logrado tener cuando era más joven. En los 80 y 90 era un camaleón, pero ahora estaba a punto de convertirse en un ícono para una nueva corriente de fanáticos de la moda. Y sí, a sus 46 años había logrado ser hermosa.

Kristen McMenamy by Steven Meisel (Vogue Italia August 2010)

Es muy probable que recuerden a Kristen por dos cosas que sucedieron el año pasado: la primera es aquella grandiosa editorial de Vogue Italia en la que se transformaba en un ave ahogada por el petróleo (hola, British Pretroleum). La segunda fue su decisión de aparecer con el pelo canoso en Vogue. Y también estuvo esa aparición topless para el desfile de Louis Vuitton.

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¿El amor de Kristen McMenamy por impactar tiene raíces psicológicas? Probablemente. Pero eso le ha ayudado a tener un portafolio impresionante y explorar otras ramas de su transformación personal. Estamos ante una persona que no teme perder su belleza en nombre del arte porque esta surge de su personalidad y sus cambios. Para ilustrar esto incluí varias fotos en las que muestra actitudes distintas, cada una de acuerdo con la revista (o marca) y la editorial que haya tomado.

 

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Surge también de una fascinante combinación y de ser única. Kristen es hermosa porque jamás ha sido ordinaria y porque, en ocasiones, es irreal. “Part nerd, part goddess”, es una de las formas más efectivas para describir a una mujer que se abrió paso en la industria de la moda a codazos.

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McMenamy suele decir que ha hipnotizado al público para que crean que es bella. Es más que eso: crea ilusiones al volverse personas diferentes en cada imagen. Y una industria como esta tiene experiencia con la ilusión. Piensen en los vestidos con corset integrado de Christian Dior, en las fotografías de Tim Walker y en el trabajo de maquilladores como Pat McGrath. Al fin y al cabo esas ilusiones son una forma de arte que nos inspira… y nos hace crear odas a modelos que amamos (no es que me suceda a mí, ¿verdad?).

chanel-couture-spring-summer-2011-kristen-mcmenamy (Y claro, cuando eres una de las modelos favoritas de Karl, puedes darte el lujo de casarte en un Chanel Haute Couture y desfilar en otro)

¿Podemos culpar a la moda por haberla hecho sentir inferior cuando era poseedora de una belleza “diferente”? Es un camino fácil. Volvemos con las mentalidades simples y con satanizar a la moda. Es un poco triste, pero cada época tiene su propio ideal de belleza y su propio sistema de valores. Y eso, chicos, es algo que no depende de los diseñadores, ni de los productores de Hollywood, sino de la propia gente que se sorprende con cualquier belleza ordinaria.

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Esto no quiere decir que nos quedemos callados en un rincón aceptando ese sistema. Siempre tenemos la posibilidad de crear un nicho propio, como McMenamy.