(El post de hoy es de DCodyR4, de Crónicas de una Periodista Neurótica. DCody estudió lo mismo que yo, Periodismo. Quisiera hacer una aclaración: En mi facultad pululan por ahí muchas personas que traen puesta la camiseta del periodismo. Se creen lo mejor de lo mejor, competentes y distinguidos. Pero olvidan que, más que la pose, un periodista necesita saber escribir. Y eso, chicos, es una gran virtud de DCody. Su estilo es muy fresco y amigable y expresa adecuadamente sus ideas. Y en el árido mundo de las notas informativas y el periodismo institucional copiado de alguien más, un estilo como el suyo se lleva muy bien con el lector. Está carente de poses y expresiones barrocas. Bueno, los dejo con DCodyR4)
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Para Aldo, colega y amigo al que desde el primer día, adoré.
Recuerdo que en mis tiernos días adolescentes (y en los de todos los demás al paso de los años) la identificación con un grupo era muy importante.
El que fuera. Por ejemplo, yo pasé por la etapa hippie en la que usaba huaraches de suela de llanta, pantalones rotos y hacía de las playeras con cuadros de Frida Kahlo y Remedios Varo, una bandera de vestimenta. En otro tiempo quise ser “darketa” y me vestía de negro. (aunque casi siempre lograba un estilo más bien indefinido y graciosamente fachoso). Pero siempre, buscando en lugares que no me parecían comunes.
Si las demás niñas se vestían de colores, yo usaba negro. ¿Que la mayoría de las chicas ya usaba tacones? Hacía una arcada de vómito y les restregaba la comodidad de mis fieles converse.
Recuerdo que en mi intento por no pertenecer, de alguna manera estaba uniéndome al equipo de los que no gustan encajar en un estereotipo, que, sorpresa, también es un estereotipo.
Como un claro ejemplo de ello, en ese tiempo estaban de moda los boy band y The Backstreet Boys sonaba durísimo. Aunque es verdad que nunca me gustaron, si tarareaba una que otra rolita.
Pero como la buena adolescente radical que fui, jamás acepté que al menos me gustaba una canción. Y pobre de la que trajera una foto en sus cuadernos, porque de inmediato se convertía en tiro al blanco de burlas encarnizadas de parte de una servidora y amiga que la acompañaba (situación que, ahora que lo pienso, me recuerda muchísimo a la película “Ghost World”. Me sentía Daría pero en realidad, siempre fui Enid).
Con el tiempo me di cuenta que de una u otra forma, pertenecer es algo que está implícito (queramos o no, nos guste o no) en todas las etapas por las que atravesamos.
(El problema de las personas que seguimos el alternativo es que a menos que seamos Benjamin Button o Michael Jackson, algún día tenemos que crecer. Y en el mundo real existen jefes, oficinas, trajes sastres y horror de horrores, zapatos con tacón aguja).
Se acaba el paréntesis.
Me viene a la mente el caso del grunge. Los groncheros de los 90 llegaron a los escenarios con una actitud desenfadada (en México diríamos, valemadrera) que los llevaba a usar ropa gastada y aparentemente sucia porque la imagen no importaba. Grupos como Nirvana y Pearl Jam hicieron de su bandera la desesperanza y el hastío.
¿Qué ocurrió? Mientras avanzó la década, los adolescentes que no deseaban encajar, encajaron con el movimiento. Y entonces en las calles se veían hordas de muchachos vestidos de bermudas, camisas de franela y botas industriales. Aunque no supieran que decían las canciones (daba lo mismo).
¿Y en dónde quedó la supuesta autenticidad y originalidad del movimiento? Se fue al carajo con todo y botitas Dr Martens.
Lo mismo sucedió con los hippies, los dark, los punk, los hipster, los emo y hasta con el chárleston. Es decir, no se puede crear tendencia sin esperar que otros no la sigan (con conocimiento de causa o no).
Y lo más gracioso, es que a pesar de lo radicales que hayamos sido en nuestros años adolescentes, llega el día en el que tenemos que cambiar. (Y uno se ve con la necesidad (y gradualmente con el gusto) de pedir opinión sobre que ropa se ve mejor, cuál queda a nuestro tipo de cuerpo... pasa el tiempo y uno empieza a seguir las tendencias y cuando menos nos damos cuenta, ya estamos criticando a Balmain porque no se ha podido reinventar en tres temporadas...
Ah, la vanidad. Mi pecado preferido...
ejem, ejem. Sigamos.
Lo cierto en este penoso asunto de las tendencias, es que hay dos verdades absolutas:
1) No hay hilo negro. Hay reinterpretaciones de él.
2) Encajar o no, es un círculo vicioso.
De alguna u otra forma, como bien nos han enseñado en la escuela, el ser humano es un animal social. Y como tal, siempre estará buscando identificación con sus semejantes.
Pero los que no lo desean, estarán buscando a otros que tampoco se quieran sentir identificados con la masa para sentirse bien. Estar dentro a la moda en su propio universo.
Y así por los siglos de los siglos.
Ese, mes amis es el discreto encanto de ser in.
O algo
5 comentarios:
Jamás pensé que en este post de pronto se mencionara a Balmain, jajaja, me provocó multiples risas...
Saludos! (n_n)
estoy en las mismas que Juan... ¿que criticamos a quién porque no se ha podido qué en cuántas cuáles? ¡Ah, eso si que es diversión!
Y por cierto, lo mejor es pertenecer queriendo hacerlo. Yo en los noventas era grunge (bueno, más bien me vestía grunge) pero me enteré vagamente de Kurt Cobain el día que se murió. Vale, era una joven inconsciente...
Hola... pues yo nunca fui grunge ni tampoco in, me dió por no querer encajar en el estereotipo como dices pero ahora ya grandecita pues con verme y sentirme bien estoy a gusto. Me gusta más esta época porque aunque hay tendencias tienes la libertad de usar lo que quieras como quieras... por ejemplo todas las fashion bloggers que tienen su propio estilo... saludos!!!
opino que este es el post más bonito del mundo mundial.
gracias Aldo!
Los "groncheros"!!! LOL LOL LOL
Te entiendo Diabla, de cabo a rabo. Y me gusta lo que cuentas porque, cosa curiosa, siento que también pertenezco Ü
Un abrazo a los dos!
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