Hola de nuevo. Hoy empezaron las vacaciones de Semana Santa y eso me haría muy feliz de no ser porque tengo mucha tarea. Así que, antes de empezar con la dichosa tarea escribiré mi post. Decidí fusionar mis impresiones sobre los temas del equipo 2 y el 3. A ver qué les parecen.
Todos suelen ver solamente la fachada de las empresas editoriales: las presentaciones, los cocteles, las ruedas de prensa, los premios y los aplausos. Todo esto es muy bonito, sí, pero no se está tomando en cuenta ni el aspecto técnico ni la parte fea del asunto. Y esto suele llevar a serios malentendidos.
La verdad es que la industria editorial está agonizando. Y esta afirmación no quiere decir necesariamente que los libros dejen de ser leídos y sean sustituidos por documentos de Internet -eso puede ser raramente posible sólo dentro de muchos años-, ya que los libros han sobrevivido exitosamente a los medios audiovisuales a pesar de que tengan una cierta desventaja por el cambio de lenguaje (tanto Giovanni Sartori en Videopolítica como Marshall McLuhan en La Galaxia Gutemberg han afirmado esto, no obstante, McLuhan fue quien pronosticó la desaparición del libro... y se equivocó). Lo que quiero decir es que la industria ha pasado malos momentos por dos factores: un pésimo manejo en la parte mercantil y el virtual desconocimiento del procesos de producción y distribución de un libro.
Mucha gente sólo aplaude la labor del autor. Pero lo que no saben es que el trabajo del autor es una parte infinitesimal en el proceso que va desde la concepción de la obra hasta el consumo de ésta en librerías y bibliotecas. Es decir, es bien cierto que el autor tiene una parte importante al crear el manuscrito y acercarse a un editor, sin embargo el manuscrito no llegaría hasta donde suele llegar sin el escrutinio del editor, los conocimientos del impresor y la pericia del distribuidor.
Está bien, tal vez estos adjetivos hacen que la labor de éstos tres se vea cursi, sin embargo puede resumir lo que hacen. Un editor suele corregir el estilo y entablar negociaciones con el autor para suprimir o agregar tal o cual pasaje en el libro o llega a decidir aspectos como el título, el orden de capítulos y en ocasiones el final (algunos editores llegan a ser 'escritores fantasma' que terminan o modifican algunas obras cuando el autor no las concluye).
La negociaciones y la corrección de estilo suelen ser las partes más tortuosas del trabajo del editor. Como un ejemplo está la titánica labor para corregir la redacción y ortografía de Cien Años De Soledad, la gran obra de García Márquez, el cual, dicho sea de paso, tiene una de las peores ortografías en la literatura iberoamericana (esto es sorprendente y muy irónico a la vez ¿no es cierto?). En cuanto a las negociaciones... éstas suelen ser legendarias por su intensidad y violencia. Obras como El viejo y el mar, El gran Gatsby e incluso Harry Potter fueron el resultado de grandes batallas entre el autor y el editor, en las cuales se luchó palmo a palmo... o más bien, renglón por renglón.
Ahora bien, muchas personas reconocen que han comprado un libro por su portada, tipo de papel o letra no es así? eso en general es obra de los impresores y diseñadores. Entre editores e impresores pueden seleccionar varios tipos de portada y fotos del autor pero sólo los impresores saben qué papel y tipo de letra usar. Por ejemplo, saben que una letra Bodoni es mucho más fácil de leer (y mucho más seria) que una Comic Sans. Saben qué número de tintas usar y qué papel es más caro y resistente o económico y efímero para utilizarse a gran escala.
Y los impresores siempre están a la sombra del autor, y en ocasiones del editor. De hecho, sólo los editores de revistas son famosos, y esto es una verdad aplicable a algunos círculos editoriales. Por ejemplo, muchos conocen a Juan Antonio Sempere, Graydon Carter y Anna Wintour de Men's Health en español, Vanity Fair y Vogue respectivamente, pero pocos conocen al editor de Letras Libres, Etcétera o Popular Mechanics (una excelente revista con ingeniosas soluciones a problemas domésticos). Los editores de libros son aún menos conocidos y de los impresores ni se diga.
Otra batalla que libran los impresores la consistente en estirar el presupuesto hasta donde más alcance para producir determinado número de libros con la mejor calidad posible. Muchas veces se tienen qué sacrificar muchas cosas para poder satisfacer la demanda y esto ocasiona libros muy poco resistentes a la acción del tiempo.
Los distribuidores, por último, son los que luchan contra el sistema legal y económico e intentan sortear a toda costa las derrotas que la legislación, los clientes y la situación económica inflingen a la empresa.
Desconozco casi totalmente la legislación sobre libros, y aún con lo poco que sé considero que se necesitan hacer muchas mejoras... y la principal es aclarar de una vez por todas el método para dar precio a un libro. Considero ue estos asuntos son muy complejos y necesitan una cierta difusión para que el público entienda qué hay detrás de ir a Gandhi por su libro favorito. Tal vez al conocer los diversos hoyos legales cambien de opinión y apoyn a las empresas editoriales pequeñas y medianas... o simplemente decidan comprar más libros reales y menos libros vaqueros. No lo ´se. Pero esta situación necesita cambiar, de lo contrario la industria seguirá agonizando.
Mi corte de página será para avisarles que me voy de vacaciones. Mi plan era disfrutar de la playa pero debido a una sobredosis de tareas y una importante falta de presupuesto me voy a ir un par de días a Tepoztlán, Morelos.
Oh Tepoztlán, Tepoztlán. Hace años que no voy y estoy ansioso por disfrutar del pueblo, del clima y de su comida (no, no he subido al Tepozteco y planeo hacerlo). Aprovecho para confesar un pequeño secreto: adoro Morelos. Es un estado maravilloso y en cantador, no sólo por la comida y la arquitectura sino por la belleza del paisaje, la calidez del clima y de la gente... ¡¡¡por Dios!!! qué cursi. En fin, estaré ausente, pero les dejo una pieza que conocí por pura casualidad y me fascinó. Es la Sinfonía Húngara Número 6 de Franz Liszt intepretada por un tal Georges Cziffra. No le conozco pero viendo su intepretación creo que está enamorado de esa obra de Liszt. Es buena, y si fuera más versado en música clásica opinaría más. Pero no lo soy y simplemente la disfruto... sobre todo los acordes que empiezan en el minuto 4:13 de la rapsodia. Véanla/escúchenla y nos veremos después de que regrese de Morelos.
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