lunes, 28 de noviembre de 2011

Entrevista: Daniel Espinosa

Mi abuela suele decir: “si las cosas difíciles fueran fáciles, cualquier tonto las haría”. Por supuesto, como este post saldrá en horario familiar no incluyo la palabra original, aunque en realidad eso no importa.

Hace algunas semanas me ofrecieron entrevistar a Daniel Espinosa. La idea de poder platicar con alguien que se ha hecho tan conocido fuera de México por creaciones elegantes y originales me pareció emocionante, y lo fue. Pude tener una conversación agradable, relajada y con una buena perspectiva de la joyería y la creación de una marca, en medio de clientas que se mostraban fascinadas por Daniel y su atención hacia ellas. Es raro ver a una persona tan ocupada buscando atender personalmente a los consumidores de su marca.

En mis ires y venires por la ciudad perdí la agenda en la que había transcrito mi entrevista. De repente me había quedado sin poder reproducir todo lo que platicamos de manera fiel. Aún ahora tengo extractos de la conversación que parecen haber desaparecido. Aunque… debo admitir que lo que escribí ese día requeriría de un Egiptólogo muy entrenado para su interpretación y el dicho de mi abuela aplica perfectamente en este caso.

Así que transcribo todo esto de memoria.

Por supuesto, hay partes que no recuerdo del todo pero, al entrevistar, es obligatorio escuchar al otro. Es la diferencia entre poder recordar extractos de una conversación –como en este caso- a no recordar nada.

¿Qué le inspira? ¿Cómo surgen sus colecciones?

Empezamos con alguna forma, un material que nos llama la atención. Por ejemplo, había pensado en combinar telas con algunos de mis diseños, así que fuimos integrando la idea en el pizarrón, con recortes, bocetos, muestras de telas…

¿Ese pizarrón es algo como el mood board que utilizan los diseñadores de moda?

Exactamente. Se usa para ordenar una idea, concebirla y posteriormente producirla. En cada colección pienso en algo diferente. Esta vez, por ejemplo, pensé en el norte de África, en Toledo, en las islas griegas… en distintos rincones del mundo.

¿Podemos encontrar un motivo recurrente en sus creaciones?

Los cubos han estado presentes en mis colecciones desde hace ya algún tiempo y han sido muy bien acogidos por el público. Hacer una figura como esa no es sencillo: debes saber que la producción es artesanal y cada pieza se va moldeando a mano. El cubo requiere precisión y muchas horas de trabajo para alcanzar la uniformidad que tienen.

¿Por qué escogió Madrid como lugar de residencia?

Es una ciudad cosmopolita que no tiene el ritmo frenético de Nueva York pero que es cálida en el trato como México. Es perfecta para alguien como yo. Nueva York, por ejemplo, es perfecta para visitarla cuando eres joven, es una ciudad con mucho movimiento. En esta etapa de mi vida busco algo diferente, una ciudad que me inspire pero también con algo de cercanía.

¿Cuál es su artista favorito?

En este momento pienso en Georg Jensen. Es un artista del norte de Europa que estuvo activo a principios del siglo XX.

¿Qué le llama la atención de su trabajo?

Me inspira en el sentido de la atemporalidad que tienen sus piezas. Puedes ver la joyería que diseñó, en digamos, 1904, y sigue siendo actual. La puedes usar en casi cualquier lugar, y se ve fresca. Ese es uno de mis objetivos para la marca.

¿Cómo son las clientas de la marca?

Todas las clientas son distintas, pero merecen una atención personalizada. Me gusta conocerlas y por eso mi equipo organiza estos cocteles en toda la república. Por ejemplo, las clientas de Oaxaca tienen preferencias distintas que las de Monterrey, así que me gusta conocerlas y presentarles algo de acuerdo con sus gustos ¡En muchas ocasiones se conocen y terminan volviéndose amigas!

Tenemos una clientela muy fiel. Algunas visitan las boutiques semanalmente buscando novedades, otras vienen cada mes, pero buscamos presentarles lo mejor. Es por ellas que esta marca se ha vuelto lo que es ahora.

Puedo decirte que son mujeres sofisticadas, conocedoras, invariablemente buscan la calidad y buscan algo clásico pero con un twist.

¿Qué se necesita para crear una marca como la suya?

Clientas (risas). Sin ellas no hay marca. Ofrecerles algo diferente, la mejor calidad. Una atención inmejorable. Ofrecerles algo nuevo de forma constante, algo que vaya con sus distintas personalidades.

¿Conocimiento sobre los materiales?

Claro, la formación es muy importante. No sé si sepas que yo soy de Taxco y mi familia se dedica a esto. Durante un tiempo me alejé de la joyería, pero al final, fue algo que me llamó. Cuando estudiaba en Holanda, mis maestros tenían una cierta escuela, heredada de la Bauhaus, así que absorbí es para de lo clásico, las líneas, pero lo integro a lo que he visto en México y lo que veo en el mundo.

¿Recuerda cuál fue su primer entrevista?

Fue para El Universal, hace ya varios años.

¿Qué le preguntaron?

No me acuerdo, estaba muy nervioso (risas). Usualmente no recuerdo lo que me preguntan y a veces olvido nombres (risas).

¿Por qué la joyería mexicana es tan respetada en el mundo?

Eso se lo debemos a un estadounidense, William Spratling. Taxco ha sido un centro minero desde hace mucho, pero fue él quien impulsó el trabajo de la plata y la volvió famosa en el mundo entero. Mucha gente, mi familia, por ejemplo, se fue involucrando en la producción de joyería. Por supuesto, la calidad y la propuesta han ayudado a mantener esa reputación, y, creo que eso es algo que yo ofrezco a mis clientas: una pieza con propuesta, algo clásico pero con un twist.

Espero que les haya gustado. Yo sigo emocionado por haber charlado con Daniel y su equipo y por aprender sobre algo más sobre el diseño. El proceso para esta entrada no fue sencillo, pero valió la pena.

martes, 15 de noviembre de 2011

Mesa de regalos

En un poco menos de tres semanas me titulo. Por fin, llegó esa fecha y llevo relativamente poco tiempo de saberlo.

Además de que corrí de un lado a otro lado cantando y bailando (en realidad no, porque tenía fiebre y me sentía muy mal, pero casi me desmayo del alivio) como en cierta escena de 500 Days Of Summer o en cualquier escena de felicidad audiovisual extrema, me puse a pensar en mis pendientes y me di cuenta de que esta podría ser una de las fechas más importantes de mi vida. Algo así como una boda, un bautizo o ese tipo de celebraciones icónicas que suceden en la existencia.

No sé si vieron aquel capítulo de Sex and The City en el que Carrie Bradshaw se casa consigo misma. Sí, ya sé, a muchas personas les irrita el síndrome SATC y todas las referencias que puedan hacerle. Pero la idea de montar una mesa de regalos para una celebración propia no es mala. Dado que me falta mucho para casarme y estoy a años luz de tener hijos (además de que el tesiseo fue arduo y desgastante), pensé en una manera de celebrarlo, con todo y presentes.

También sé que la costumbre de la mesa de regalos puede ser muy cutre, sobre todo si los novios se empeñan en que todos los invitados les compren cosas irrealmente caras como motocicletas, viajes a Bora Bora, cubertería de Christofle y extractores de jugos de cuatrocientos dólares (juro que alguien me contó de ese objeto y no paré de reír). Pero no, yo no les pediría que dejaran un Birkin a la puerta de mi casa.

De seguro que algunos pensarán “¿Quién se cree como para hacer una mesa de regalos?” pero no es obligatorio. En realidad esta lista es como mis cartas a los Reyes Magos. Si las recuerdan, estaban llenas de cosas divertidas y en algunas ocasiones eran necesarias. Esta lista tiene varias cosas que pueden ser de segunda mano (pero en buen estado), así que si tienen algo de aquí que ya no quieran, me lo pueden pasar :P

Empecemos con la lista, pues.

-Abrigo de pieles vintage o, de perdida, uno falso que no parezca plástico

¿Recuerdan que hace un año me enamoré de un abrigo de piel falsa? Con el tiempo se puso feo y ahora lo uso como cobertor. Yo sé que en estos momentos el amor por las pieles es más que criticado, pero no hago daño a nadie pidiendo un abrigo de medio uso o de un material que no sea “orgánico” ¿O sí?

-Un frasco de perfume de Nooka

Ese que sea nuevo, s'il vous plaît.

-Este reloj dorado de Nooka

-Una billetera nueva, con espacio para monedas

Mi billetera es una desgracia, tanto por su estado como por su falta de contenidos monetarios. Me vendría bien una con monedas por aquello de los viajes en metro y el cambio nuestro de cada día.

-Un Weekend Bag

¿Algo que me sirva para una pequeña escapadita, que tenga espacio para ropa/cepillos de dientes/algún libro y que no sea una estorbosa maleta? Sí, por favor.

-La Vogue de Kirsten Dunst y si se puede, la del documental

Muchos tienen opiniones encontradas sobre Marie Antoinette pero todos coincidimos en algo: es un deleite visual. Para celebrar la película, Vogue hizo una editorial en Versalles y me encantaría poseer esa revista.

De la de septiembre 2007 ni les digo. Es un must.

-El bolso de Target que le piratearon a Proenza Schouler

Sí, ya sé, es de niña. Pero el diseño se parece tanto a un maletín escolar que me resultaría práctico llevarlo a todos lados sin que parezca que asalté el closet de mi mamá. Yo soy mucho de llevar suéteres, una agenda, una revista (por si mi trayecto es largo, o lento, o ambos), un impermeable si llueve y, cuando aplica, un cambio de ropa, así que en ese bolso podría meter todo lo que llevo en un día normal.

-Unos lentes de pasta sesenteros

Ya sé, me acusarán de querer ser wannabe de Sterling Cooper Draper Pryce, pero no, en realidad siempre he querido unos pero no me he atrevido a comprarlos. Vi unos muy lindos en Goodbye Folk, pero si llegan a encontrar algunos en un cajón, me los pueden pasar ;)

-Esta bufanda de Emilio Pucci

¡Está baratísima! Y probablemente sería lo único Pucci que tendré en mucho, mucho tiempo. En realidad quería otro modelo pero ya se lo llevaron :(

-Una ilustración, sesenterísima de Estampaducu

Alguna vez había delirado que Estampaducu (también conocido fuera de los internets como Abraham Menéndez) me haría una ilustración de Mia Farrow circa El Bebé de Rosemary con el pelo corto, corto y uno de esos vestidos baby doll que tanto le gustaba usar. Si le llegan a convencer, avísenme.

-Una cámara réflex, de segunda o hasta tercera mano

-Una tarjeta de memoria SD/SDHC

-Alguna Vogue Paris del 2007

Me ha sido imposible conseguir alguna Vogue Paris de cuando Carine Roitfeld era su editora (Tengo la de Tom Ford y la última que editó pero nada más). 2007 fue un gran año en la moda y también para los contenidos de la revista. Me encantaría tener alguna.

-Una novela de Chuck Palahniuk

Le traigo ganas a sus libros.

-Unos tenis Panam

Baratos, lindos y resistentes. Y algunos de los tenis más cómodos que he usado.

Pret-a-porter-DVD

-Una copia en DVD de: Pret-a.Porter de Robert Altman, Valentino, The Last Emperor, L’Amour Fou y ¿Quién Eres Tú, Polly Maggoo? De William Klein.

Ufff, me emociona la sola idea de hacer una mesa de regalos especial para libros, revistas y películas pero si fuera así, esta lista sería eterna. Me iré mejor con lo que nunca he podido encontrar o no pude ver en su momento. Curiosamente, todas las elecciones tienen que ver con moda. ¿Por qué será?

-Una suscripción a Videodromo

Es un videoclub en el que tienen filmes de culto, por lo que se me hace agua la boca pensar en qué rentaría.

-Más Vogue gringas de la década pasada

Las empecé a coleccionar y he descubierto más cosas de las que creería. Sinceramente, los contenidos de Vogue son de lo mejor, a pesar de que a veces ponen a algunas celebridades que no nos agradan en portada o se equivoquen en cuanto a política. Si llegan a tener ediciones de marzo o septiembre se les agradecerá, pero cualquier mes es bueno para mí.

-Una grabadora

Soy un periodista sin grabadora y eso es terrible cuando transcribo mis notas. En realidad, me ayudaría cualquier cosa que grabe y reproduzca audio.

-Algo de Missoni. Lo que sea. Un suéter, por ejemplo.

Deliré con la colección de Missoni para Target, pero en vista del éxito obtenido, mis esperanzas de tener un cárdigan se quedaron en el olvido. Si por casualidad llegan a encontrar algo de Missoni en sus excursiones por mercadillos o tiendas de vintage, se los encargo.

-El nuevo libro de Marisa Berenson: A life in pictures.

Tengo un fuerte crush con Marisa, a quien considero la mujer más hermosa que haya pisado esta tierra. El libro viene como anillo al dedo para mi infatuación con ella.

-Un cinturón negro y uno café

Mi closet tiene anorexia, así que se agradece algún básico como éste.

-Una copia de todas las temporadas de Mad Men

Esto a lo mejor se lo esperaban: me encanta la serie. La ambientación es casi perfecta y la historia es emocionante sin llegar a ser telenovelesca. Por desgracia sólo he visto episodios separados y me gustaría repasarlos (pero no quiero la caja en Edición Especial ni cosas como esas, una copia está bien).

-Un Messenger bag “semiformal”

Últimamente he tenido un par de entrevistas de trabajo y me cuesta trabajo escoger algo para guardar mi CV, una agenda y el suéter (si hace frío) sin desentonar con la vestimenta “semiformal” que piden en algunos sitios.

-Alguna Vogue Italia

No me pongo exigente. Es una de las mejores revistas del mundo y me gustaría tener algún ejemplar.

-Algo del Gucci de Tom Ford. Lo que sea.

Hace algunos meses un twittero me quiso comprar con un pantalón del Gucci de Tom Ford. Por supuesto, yo no estoy a la venta pero a veces las ideas para tu mesa de regalos aparecen de los lugares más insospechados (o desagradables, como en este caso).

-Unos jeans de buena calidad

-Otra computadora (o una consultoría para mejorar la que tengo)

Desgraciadamente esta computadora está ya muy lenta y se traba con facilidad, sobre todo con asuntos relacionados a Flash. No soy bueno en asuntos informáticos así que no sé qué hacerle. Si alguien tiene otra PC o me instruye en cómo hacer que sea rápida de nuevo, se lo agradeceré mucho.

-Un inteligentófono

¿Usted se quiere deshacer de su inteligentófono porque salió un modelo nuevo/ya no quiere pagar plan/se va a retirar a una vida de contemplación en un monasterio al norte de California? Esta es la oportunidad. Hay tantas cosas de mi día a día que les podría reportar con esos dispositivos móviles…

-Unos pantalones negros de algodón

He tenido mala suerte al encontrar unos que me sirvan. Hace algún tiempo encontré unos en un intercambio de ropa que organizó @sindiamantes, pero tuve que donarlos porque subí ligeramente de peso y ya no me quedaron.

-Un ipod

Estoy consciente de que uno no debe apegarse a los objetos porque es malo para el desarrollo humano pero desde que me robaron el iPod mi vida no ha sido igual, ya no puedo musicalizar algunos momentos de mi día a día.

-Un suéter de cashmere

El otro día me probé uno y quedé muy sorprendido de sus cualidades para mantener el frío a raya.

-Calzado exótico: unas geta o unos zuecos de madera

¿Sería capaz de salir a la calle con ellos? Desde luego, pero necesitaría un poco de práctica.

-Memorabilia de Diana Vreeland

Ustedes saben cuánto admiro a Diana Vreeland y lo que ha contribuido a la moda. El saber más de ella por medio de sus libros o del documental que le prepararon sería algo muy positivo para mí.

-Una Moleskine

Las he espiado y resultan bastante buenas para anotar ideas y cosas que llamen la atención.

-Una agenda 2012

Soy un caos para anotar mis citas y asuntos por recordar. Por tanto, las agendas son mis mejores amigas. No me pongo exigente, sólo que sea una que me quepa en cualquier bolsa o mochila.

-Una camiseta (clonada) de Haider Ackermann, Sonia Rykiel, Karl Lagerfeld o Martin Margiela

¿Recuerdan que el año pasado lanzaron algunas camisetas con nuestros ídolos al más puro estilo metalero? Ambicioné siempre una pero nunca la pude tener, porque no llegaron a este rincón del mundo. Si alguno de ustedes tiene conocimientos de serigrafía, le encargo una. Yo pongo el material.

-Una sahariana

Siempre pido lo mismo, ya sé.

-Unos lápices de colores de buena calidad

-Un abrigo de mi talla

Como firme creyente en lo vintage, siempre encuentro abrigos fabulosos que nunca me quedan: son muy grandes, muy chicos o tienen problemas con el corte de las mangas o de la cintura. Si llegan a encontrar alguno que me pueda quedar bien, se los encargo.

Y ya. Yo sé que hay algunos WTF en esta lista pero soñar no cuesta nada ¿Verdad?

¿Harían mesas de regalos? ¿Qué pedirían?

domingo, 6 de noviembre de 2011

Halloween Fever

Hace unos días llegó un paquete a mi casa.

Usualmente sólo recibo el paquete, firmo, doy una propina y platico brevemente con el mensajero, esa ha sido una rutina que repito desde que mandan cosas a mi casa. Pero esta vez no.

Veía televisión, no tenía nada qué hacer, mi desayuno llevaba horas en el plato y tenía una leve sensación de que estaba enfrentándome a una mañana absolutamente estéril y llena de procrastinación. Pensaba qué cosa podía llamar la atención y me preguntaba si habría alguna oferta de trabajo para mí mientras veía un programa de niños en la tele. ¿En qué momento mis mañanas se convirtieron en una mala copia de una fantasía suburbana, sin camioneta ni perro ni jardín para atender?

El tono de mis preguntas se fue haciendo más incómodo y comenzaba a angustiarme cuando escuché que tocaban a mi puerta de una forma educada pero insistente. Mis pensamientos se reventaron como una burbuja y me levanté automáticamente a abrir. Antes de hacerlo, pregunté quién tocaba. No obtuve respuesta y me preocupé un poco, nunca sabemos qué puede pasar en la ciudad. No le di importancia y abrí.

No había nadie afuera. Sólo estaba una pequeña bolsa blanca de papel con asas de agujeta, colgando tristemente hacia el frente. En la bolsa venía pegada una etiqueta que decía: “Aldo en los tiempos de la Haute Couture”. Vaya, me han encontrado al fin, pensé.

Un par de minutos después la bolsa estaba en la mesa del comedor y yo la veía a lo lejos, con un cierto interés. No me había atrevido a abrirla y la curiosidad comenzaba a apoderarse de mí. ¿Qué habría adentro? Comencé a estirar lentamente mi mano hacia ella, seguía sin tener claro por qué me parecía tan intimidante la bolsa. Pero sonó el teléfono y aborté la operación. Pasaron varios minutos en una llamada irrelevante y me olvidé del asunto mientras apagaba la tele y hacía algunos pendientes al mismo tiempo de que escuchaba con desgano a la persona del otro lado del auricular.

Prendí la computadora y entré a Twitter. Los chicos de los blogs habían abierto la bolsa y todos parecían estar vivos y muy contentos. Quise que el asunto fuera una sorpresa para mí y cerré mi explorador de internet. Todo esto resultaba estimulante para mi imaginación. ¿Sería una joya? ¿Un boleto de avión? ¿Una bufanda tejida? Pensé en todos los posibles regalos misteriosos que siempre había deseado y que tuvieran el tamaño de la bolsa pero no pude deducirlos. Todas las posibilidades me parecían extrañas.

Metí la mano dentro de la bolsa, lentamente. Sentí al instante un sobre de papel couché (años de hojear revistas y una clase de diseño editorial me hacen reconocerlo al instante) y una caja plastificada. Alguno de mis vecinos había puesto música animada justo en ese momento, pero podía escucharla en la sala de mi casa. Pensé seriamente en salir a decirle que bajara el volumen… pero después de echarle una ojeada al regalo misterioso.

Un pequeño destello encendió la sala pero no hice caso, al fin y al cabo eso sucede cuando los vecinos de enfrente abren la ventana y los reflejos nos importunan. ¿Por qué mi percepción estaba tan extraña en ese momento? Podía haber jurado que la luz y la música venían de la sala. Pero mientras tanto tenía la caja en mi mano. Era un perfume: Halloween Fever, de Jesús del Pozo, y una invitación a una fiesta, que se realizaría en algunos días. También venía una pequeña tarjeta invitándome a abrir el perfume hasta el último día de octubre. Se me hizo una petición extraña pero accedí a respetarla mientras miraba la caja. Otro reflejo multicolor apareció en el nombre de la fragancia. Intrigado, la guardé de nuevo en la bolsa y la dejé en la mesa.

Durante los tres o cuatro días que la bolsa permaneció en la mesa del comedor, notamos que un aroma se iba apoderando de la sala. Las visitas llegaban preguntando si teníamos flores frescas, habíamos cambiado la decoración, puesto focos más brillantes o francamente preguntaban de dónde venía aquel olor. Notamos también que mantenían conversaciones más animadas y risueñas con nosotros y lo atribuimos a otras cosas. Cada que sucedía algo parecido volteaba a ver a la bolsa.

La fiesta llegó, y a ella asistieron varios amigos de los blogs, con los que disfruté un rato de música y buena compañía en una mansión porfiriana con una decoración un poco misteriosa: luces moradas y niebla por todas partes. Escuchaba sus historias con la bolsa blanca y en cierto modo se parecían a la mía: el regalo, la invitación a la fiesta… Omití la tarjeta y el efecto sobre las visitas a mi casa, porque podrían explicarse de algún otro modo, como todo en la vida, ¿cierto?

Llegó el último día de octubre, un domingo cualquiera lleno de programación de terror en la tele y niños pidiendo dulces. No tenía planes para el día, en parte porque estaba cansado y no había encontrado un buen atuendo para una fiesta de disfraces del día anterior. Me encontraba solo y pensando en cuánto me gustaban esas fechas cuando era niño. Como siempre, empecé a divagar hasta que mi mente llegó al perfume y la tarjeta. Caminé a la mesa del comedor y ahí seguía la bolsa, tal y como la había dejado. Miré al interior y busqué la tarjeta. Estaba en el mismo lugar pero algo andaba mal conmigo: el texto había cambiado.

“Gracias por seguir las indicaciones. Espera hasta que anochezca para abrir la caja.”

Me puse a contar mentalmente las posibilidades que tenía de alucinar con productos de la vida cotidiana. ¿Acaso me había comido algo echado a perder? ¿O esa crema de champiñones tenía otro tipo de hongos? El ver destellos y una tarjeta que cambiaba de texto comenzaba a angustiarme un poco. Decidí salir a comprar algunas cosas para pensar en algo.

Cuando regresé se estaba poniendo el sol, me demoré mucho más de lo planeado y me encontraba de nuevo con la caja de Halloween Fever, ahora sola en la mesa del comedor. Pasé por alto ese detalle pensando que mi mamá había tirado la bolsa y la tarjeta y comencé a acomodar las cosas que había traído del súper.

Cuando volví, la tarjeta había aparecido de nuevo y tenía un nuevo texto:

“Abre la caja y dispara el atomizador en el aire. Con una vez es suficiente.”

Me acerqué a la mesa y comencé a abrir la caja. Todas las luces en mi casa se apagaron y mi única fuente de iluminación era una lámpara afuera, en la calle. A oscuras pensé en el cliché de esas fechas: una apagón y una amenaza acechando entre las sombras. Nah, eso no me pasará.

El frasco de Halloween Fever era realmente lindo: tenía la forma de una campana y los dibujos de una ciudad parecida a Nueva York lo hacían parecer como una de esas esferas nevadas que en ocasiones vemos en una tienda de recuerdos. Lo que más me llamó la atención era la tapa, con forma de una bola disco. Ese diseño me parecía fabuloso.

Con cuidado alcé la tapa y disparé el atomizador una sola vez. El perfume olía realmente bien: era un aroma floral, con un poco de naranja, durazno y una nota de vainilla. Pensé en lo mucho que se parecía la fiesta de hacía unos días: fresca, joven y con un poco de misterio. Miré la tapa del perfume y comenzaba a brillar. Todo el misterio se aclararía.

Retrocedí un poco y sentí que chocaba con alguien. De repente ya no estaba en mi casa, sino en una habitación iluminada de morado y llena de gente que platicaba animadamente, reía o bailaba con cocteles en la mano. Al fondo podía escuchar a Phoenix con una de mis canciones favoritas para una fiesta. Estaba dentro del mundo de Halloween Fever.

En cuestión de segundos platicaba con algunos invitados, quienes me informaban que estábamos en una de las múltiples fiestas que se organizan en Manhattan. Afuera hacía frío pero no había necesidad de salir. ¿Me echarían si se enteraran que me había colado de un modo bastante extraño? No, después de todo estaba en Nueva York y siempre tenía la oportunidad de moverme a otro lado. Pero si aquí la pasaba tan bien entre conversaciones interesantes, buena música y un ambiente de lo más agradable ¿Para qué irme?

Los presentes se interesaban en mí, en lo que hacía y en cómo terminé celebrando Halloween en una habitación en Nueva York. La historia les parecía divertida y, para que no me cuestionaran demasiado, les mencioné que tenía ganas de escribirla. “Ustedes saben que de ese modo todas las ficciones se vuelven realidad”. Cambié el tema a asuntos más triviales, como los que se suelen discutir en una fiesta.

 

Decidí ir a la barra por algo de tomar para darme un descanso. Una enorme bola disco, muy parecida a la tapa del perfume iluminaba la sala. Me le quedé viendo un instante pensando en dónde estaba. Vino otro destello y de repente estaba de nuevo en casa, con la botella de perfume en la mano. La luz había regresado, y yo también. Probablemente había imaginado todo eso pero la fragancia me había estimulado lo suficiente como para crear una fantasía en Manhattan.

Me dispuse a guardar el perfume en su caja cuando me di cuenta que todo había sido real. La tarjeta seguía en la mesa, con un texto diferente

“Esperamos que te haya gustado. Saludos.”