domingo, 19 de octubre de 2008

La fierecilla domada: (Christian) Dior

Ah, John Galliano. Él solía estar en boca de todos cada temporada. Las reporteras cuchicheaban sobre las extravagancias y el collage de inspiraciones que siempre caracterizaban sus colecciones: que si Marlene Dietrich, que si África o la taxidermia. Le llamaban creador de "monstruosidades" y en cualquier noticiario barato se comentaban sus nuevas colecciones siempre que había una semana de la moda.

Dior era la última frontera, la ropa que alguna loca con mucho dinero y seguridad en sí misma se ponía. Los zapatos de Dior solían ser armatostes en los que no se podía caminar. Las prendas de Alta Costura llegaron a estar hechas de paja y para muchos eran engendro de los sueños de Galliano... y las pesadillas de los demás. Anna Wintour le deíficó. Era el último reducto de vanguardia en el mercado masivo que ya había caído en la trampa del "buen gusto" masificado.

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Galliano es el ceniciento de la moda. De una infancia paupérrima en los barrios de Londres y una estancia en la Saint Martins pagada con muchos sacrificios pasó de repente al aplauso de la prensa y la dirección de Givenchy que se fue más rápido de lo que vino. Y entonces llegó Dior y su talento fue aplaudido y bien remunerado. Galliano logró que la Alta Costura recuperara su lugar llenándola de fantasía y volviéndola a elevar al nivel de arte. Entonces vino una explosión creativa que sacudió París hasta sus cimientos y cambió el rumbo de la moda.

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Y a finales de 2007 algo había cambiado. La nueva temporada de Dior era... wow, algo que finalmente se podía usar. Y luego Otoño 2007 volvía a ser algo usable. ¿Qué sucedía? ¿Acaso Galliano había sido amordazado? (ese es el rumor, aunque su jefe, Bernard Arnault, lo niega siempre que tiene ocasión) Dior dejaba de ser la oveja descarriada de la moda.

Los rumores se comentaron en todos lados con la última colección de Alta Costura. Ese simplemente no era Galliano. Era un principiante, un impostor disfrazado del gibraltareño prodigioso. Era la rebeldía habitual puesta de rodillas para que la Primera Dama, distinguida italiana (de nacimiento) que en otro tiempo modeló para la casa; para que la Reina de Corazones (y por ende, de la prensa rosa) apuñalara el espíritu Galliano con el taconeo de sus Christian Louboutin (usados, claro está, cuando Nicolas no está en casa... un presidente no puede ser más chaparro que su consorte).

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Dior se volvió el fetiche de Ella. Y este momento entró en coyuntura dentro de lo que ya estaba pasando: la desaceleración del gallianismo, la censura de la excentricidad aún en sus últimos escaparates, todo en nombre del "buen gusto" y de lo "in". La oveja descarriada fue, finalmente, llevada al matadero.

La nueva colección de Dior, por desgracia, es más de lo mismo. Para desencato de todos los amantes del gallianismo, éste volvió a vincular Haute Couture con prêt-à-porter, esta vez con resultados que hacen llorar. Primavera 2009 es un eco de la mediocridad que se presentó en Julio. No es nada.

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¿Hay inspiración en Dior? Sí, pero ¿qué importa? Total, las prendas saldrán modificadas y se venderán maravillosamente... alguna otra celebriedad (sí, celEBRIEDAD) como Janet Jackson o Amy Winehouse se las pondrá y se verá supuestamente bien. Da lo mismo si, como ahora, se inspiran en la vanguardia de los 80, o si la próxima temporada piensa en el surrealismo o en los basureros de Gibraltar. Dior está condenado a ser igual, porque está encadenado.

Probablemente sólo existan dos modos en los que Galliano pueda ser creativo de ahora en adelante: los zapatos y el maquillaje. Los primeros son idea suya, y esta vez el tacón representó una mujer embarazada, la temporada pasas eran zapatos sesenteros con el tacón interrumpido, y así sucesivamente. Por fortuna -o desgracia para Arnault-, los zapatos de Dior seguirán siendo oníricos. El maquillaje, no es su idea, así que a lo mejor tendremos sólo un último escaparate.

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Para los fanáticos del gallianismo está muy claro que ya murió en Dior. Lo último que presentó fue una fantasía alucinante de los años 60 a principios de este año (tanto en Alta Costura como ready-to-wear... la última colección de Haute Couture con mayúsculas, la última del salvaje prêt-à-porter algo descafeinado) y ahora no queda nada. Nada del genio loco que se disfrazaba de bailaor, astronauta, mosquetero y Dios sabe qué más al final de sus shows.

Dior dejó ya la identidad que Galliano le dio, la simplicidad del apellido, para volverse a llamar Christian Dior después de 10 años. Ahora, encadenado otros años más a la firma, teminará deprimindo abrazando forzadamente un minimalismo en el cual no es bueno, simple y sencillamete por una razón: va totalmente en contra de su razón de ser.





PD. espero con ansias el desfile de John Galliano. Al menos en su propia marca la creatividad sigue estando intacta

2 comentarios:

Sr Q dijo...

Lo de Dior sigue teniendo opiniones encontradas, por una parte mucha gente critica el cambio de rumbo mientras que otros lo alaban. A mí me encanta el Galliano loco y desmedido pero hay que recordar que lo que hizo para el pret a porter del invierno 2004 fue demasiado par una firma que tiene que vender ropa. Yo creo que un Dior pret más relajado no es sinónimo de mala calidad, a mí este último desfile no me parece magistral pero tampoco malo. De todas formas Galliano va por rachas, es capaz de hacer lo peor y lo mejor y puede que no dependa de la imposición de la comercialidad sino de su talento en ese momento.

Un saludo :)

Ald0rad0 dijo...

señor quinquillero:
pues sí, la verdad es que la colección no es nada mala y gusta mucho pero se extrañan los periodos creativos de Galliano. La colección pasada no fue estridente sin embargo me fascinó, la actual está simplemente interesanteaunque la ropa es bonita y seguro se venderá bien (si la crisis lo permite).

Tiene usted razón, Dior necesita vender ropa y no siempre se puede dar el lujo de hacer colecciones como invierno 2004 (la cual está de miedo)aunque a veces siento que le falta algo desde que se volvió el fetiche de Madame Sarkozy.

Muchísimas gracias por comentar, señor quinquillero, muchos saludos!