lunes, 10 de agosto de 2009

El Gran Gatsby



Hoy las vi. Como siempre iban en grupo, con el pelo bohemiamente recogido, poco maquillaje, zapatos cómodos y vestidos que ondeaban al viento. Exactamente iguales a cuando las conocí. Me sonrieron y recordé que eran, como dice una canción que habla de "those girls that smiled kindly, then ripped your life to pieces".

Hace tiempo fuimos un grupo. O más bien, pertenecí a ellos. Nos llamaban Bright Young Things o simplemente éramos los tipos que dejábamos lo que estuviéramos haciendo cuando una fiesta se cruzaba en nuestro camino. Ellas eran lo que ahora se llamaría hippie chic, nosotros teníamos buen gusto y las hacíamos reír. Embonábamos perfectamente.

En esa época nos comimos al mundo. Cada noche era una explosión de fuegos artificiales. Éramos libres, vivíamos aceleradamente algo que debía ser en una época tan maravillosa como la nuestra. ¿Cómo no hacerlo si todo se podía comprar con dinero y la diversión más salvaje se podía lograr con un poco de buena música?

Con ellos descubrí mi personalidad. Como dicen los psicólogos, tan de moda en esos días, mis problemas se solucionaron mágicamente al descubrir que tenía mi lugar en el mundo. Y es que un grupo tan alegre y talentoso como el nuestro coloreó la gris existencia de aquellos días y marcó la pauta que después imitadores de poca monta quisieron seguir, con diversos resultados.



Vivíamos montados en un bólido de metal, nuestra gasolina era el alcohol etílico, nuestra banda sonora era lo más interesante, nuestro presente deseaba fervientemente ser vivido en ese momento, nuestro dinero nos abría todas las puertas y nos garantizaba más conexiones. Más fiestas, más locura, más diversión.


Y en uno de esos giros raros del destino, de repente, me vi fuera de ese bólido y al regresar a la realidad, el golpe fue más fuerte de lo que había imaginado.


Muchos ricos no tienen sentimientos profundos. Ni las personas que sólo piensan en fiestas y diversión. Es feo saberlo, pero es peor vivirlo. Creer en una bondad inexistente y en que podemos ser lo suficientemente imprescindibles como para que no me olviden nunca. Creer que nos aman del mismo modo en que los amamos. Eso es ser ingenuo y no otra cosa.

Nunca me sentí tan solo e incomprendido como ese invierno. Sé que la mitad del mundo sentía la misma incertidumbre, que mucha agua había pasado por el puente desde que el otoño comenzó, pero no estoy seguro, y habría dado todo lo que poseía para volver a estar con ellos y reír de una forma tan estruendosa con un cigarrillo en la mano y un vaso de whisky en la otra. Nunca un invierno me había parecido tan duro y frío como el que viví ese año.

Cecil Beaton, al escuchar lo que sufrí ese invierno, me ofreció la solución de un modo tan simple que parecía infantil. Ridículamente sencillo. Me dijo: "construiste tu vida -o ese periodo de tu vida- basándote en conceptos falsos, artificiosos, materialistas, infantilmente románticos, epicúreos". ¿Cómo pudo contener tanta verdad en una oración tan pequeña?



Lo cierto es que veía a esas personas que caminaban por la calle con esa expresión de honda preocupación, o leía sobre los millonarios que se lanzaban por la ventana y me sentía igual de mal que ellos, porque cuando algo destruye el pequeño mundo que uno se ha creado, es algo terrible. La nieve y las calles solas me hacían sentir peor. En mi vecindario, las fiestas de Año Nuevo ya no se oían como antes. Habían menos risas y más silencio. Yo sólo estaba sentado en mi sala, a oscuras, bebiendo de algún sórdido licor que nuestra última fiesta nos había dejado. Bebiendo de mis recuerdos.

Me torturaba con mis pensamientos. Golpeaba la pared porque me negaba a aceptar la verdad. Uno cree que tiene una conexión especial con ellos porque se embriagaron juntos, fueron juntos a una fiesta, se confesaron secretos, bailaron, rieron y salieron a algún balcón a fumar mientras miraban las estrellas con una sonrisa en los labios. Ese es el error.

Pero en cuanto dejamos de ser divertidos salen por la puerta para no volver jamás... y si por casualidad nos encuentran, nos saludarán con el mismo gusto de antes y es cuando se percata uno que esa empatía que nos profesaban era probablemente ficticia.



Pero en el fondo sabía que éramos dos especies distintas. Compartíamos algunas características: teníamos (o más bien, tenemos) ansias de vivir, éramos alegres, resaltábamos entre una masa de gente anodina por nuestra personalidad. Pero éramos diferentes. Porque yo no temo a la rabia y la tristeza y ellos sí.

En su mundo nada puede tocarlos, viven en una burbuja en la que cualquier desgracia ajena es un suceso desafortunado que no les interesa en demasía. Ríen a carcajadas, sosteniendo una copa de champaña en la mano y se cierran al sufrimiento, porque lo han conocido y no quieren convivir con él o prefieren no experimentarlo. Su realidad es dorada, sin rastros de negro.

Pero tienen un lado oscuro: abandonar a uan persona o un lugar porque ya no es divertido o interesante. Quizá no están conscientes que su lado oscuro sale a relucir aunque intenten reprimirlo y hace mucho, mucho daño. Quizá entren en dudas existenciales cuando están solos y sienten que la oscuridad los rodea. Pero unos tragos y música fuerte bastan para mantenerla a raya.

Me tomó tiempo comprender que era un final natural. No es que los Bright Young Things fueran demasiado egoístas (que lo eran, uno más que otras) o que algo hubiera salido mal sino que, tal y como sucede en las montañas rusas, subimos y subimos hasta llegar al techo del mundo y a partir de ese punto no podíamos sino descender.

Mantener su ritmo me habría matado. Ellos son caballos salvajes y, en su libertad, corren a una velocidad que casi nadie podría igualar. Yo tenía demasiado peso encima como para ser tan veloz como ellos y podía correr tras de ellos a una cierta distancia. Hasta que esa distancia se fue haciendo cada vez más grande y, aunque corriera con todas mis fuerzas, nunca correría junto con ellos. No tenía otra opción más que dejarlos ir.



Con el tiempo la tempestad se calmó. Volví a la normalidad, encontrando el goce en una casa en el campo o un día lluvioso y ellos siguieron su camino hasta que él se fue separando, sumiéndose en la más profunda oscuridad, víctima de sí mismo. Ellas siguieron su camino, frescas como la brisa, a través de nuevas fiestas y diversiones.

Supe que tuvieron peleas. Momentos en que, instigados por el alcohol, se gritaron cosas terribles y estrellaron vasos de cerveza contra el suelo. Lágrimas y una sombra de tragedia que se quedó alrededor de sus ojos para siempre. No me alegro. Como dije antes, están en una montaña rusa y por esos descensos tendrán un ascenso igualmente dramático. Deben aguantar eso si quieren estar juntos. Y creo que lo comprenden.

Pero eso no quiere decir que extrañe esa época. Cada vez que veo un vestido rosa pálido con lentejuelas, o escucho a un grupo de amigos reír histéricamente, me vienen a la mente aquellos años que ahora insisten en llamar "locos" en los libros de Historia. Me pongo un poco serio y sigo mi camino, porque sé que ese tiempo no volverá y todos estamos bien separados.

10 comentarios:

Ald0rad0 dijo...

La cita de Cecil Beaton es verdadera. Viene en el libro "El espejo de la moda", capítulo "Belleza y Fealdad", página 143.

Esmoquin room dijo...

Yo a estas película le tengo que dar una segunda oportunidad. La vi una tarde muy, muy cansado y me dormí. :P

Un abrazo,
Jose

L De dijo...

ay me encanto el post!!!\
no la he visto pero ahora mismo la busco para verla!!

Anónimo dijo...

Uno cree que tiene una conexión especial con ellos porque se embriagaron juntos, fueron juntos a una fiesta, se confesaron secretos, bailaron, rieron y salieron a algún balcón a fumar mientras miraban las estrellas con una sonrisa en los labios. Ese es el error

gran frase, prometo verla!
un beso

trendt dijo...

ay los locos 20... esos y los 80s y su total despreocupacion son mi ideal del tiempo... bailando el charlestooon, charlestooon, charlestooon

Diabla Región 4 dijo...

Jua! a mi me pasa lo mismo que a LDe cada vez que leo tus post de cine: corro a rentar las películas. Y mira que como que está siempre me ha dado flojera a pesar de Robert Redford, pero ya se me antojó (ver la película) (bueno, tmb RRedford, jaja)
Un abrazo!!!

Guapóloga dijo...

Qué padre post! Movió fibras internas que tenía adormecidas.

Un beso

Simone

Kira Aderne dijo...

Maravillosa!!

Besos y besos!

Daniela Valdez dijo...

Aaaaah, todo un clásico!!!

No, no habrá entrevista jeje, solamente iré a gastar sin control :)

Un besote.

Ald0rad0 dijo...

Esmoquin Room: Dale otra oportunidad, te gustará.

L De: Lo mismito que a Esmoquin ;)

arteydespues: Gracias! :)

trendt: jajajajaja

DCody: Te va a gustar, Redford se luce.

Simone: Me alegra que te haya gustado. Un beso.

Kira: La recomiendo ampliamente besos!

Dana: compra todo lo que puedas (y lo que no puedas) Un beso!!